Entrevista a Sabrina Alcarraz

06.05.2025


En el barrio de Flores, la transformación urbana impulsada por el crecimiento del polo textil no solo alteró la fisonomía del lugar: también cambió la vida cotidiana de sus vecinos. Muchos de ellos nacieron y crecieron en estas calles, y hoy sienten que el barrio perdió su identidad. La aparición de talleres textiles —legales o clandestinos— modificó por completo la dinámica del entorno: ruido, basura, inseguridad, incendios, circulación constante de camiones y locales que abren y cierran sin control.

Sabrina Alcarraz vive a solo tres cuadras de la avenida Avellaneda y conoce el barrio como pocas personas. Nació y creció en Flores, donde ha pasado más de tres décadas de su vida. Desde ese lugar, con la experiencia de quien vio cómo se fue transformando cada cuadra, cada callejón, cada galpón, comparte una mirada crítica y sentida sobre lo que considera un proceso de degradación sostenido.

Para ella, lo que ocurre no es simplemente una consecuencia del comercio informal, sino un síntoma profundo del abandono estatal. La pérdida del "barrio de antes", como lo llama, se ve en la saturación del tránsito, la acumulación de residuos textiles y el aumento de la inseguridad.

1. ¿Cómo describirías el barrio: cambió mucho en los últimos años?

Cambió muchísimo, y no para bien. Antes era un barrio más tranquilo, más barrial. Hoy siento que perdimos parte de esa identidad. Las calles están saturadas, el movimiento es constante, y todo gira en torno a la venta de ropa. No es el Flores que conocí.

2. ¿Sabés si son legales o clandestinos? ¿Por qué lo decís?
Algunos tendrán papeles, pero la mayoría parecen funcionar en la clandestinidad. No hay carteles, los vidrios están tapados, y siempre hay movimiento extraño. Además, muchos abren y cierran como si nada, incluso después de clausuras. Eso ya te dice algo.

3. ¿Qué tipo de situaciones viste o viviste relacionadas con estos talleres?
Ruido a toda hora, camiones que entran y salen rompiendo las veredas, y olores raros, como a tela quemada. Una vez hubo un incendio en la cuadra de al lado, y fue desesperante. También vi salir chicos muy jóvenes de algunos talleres, como si trabajaran ahí.

4. ¿Cómo afecta esta situación a la vida diaria de los vecinos?
Muchísimo. Es imposible estacionar, hay basura por todos lados, los contenedores siempre desbordan, y se nota que hay más inseguridad. De noche queda todo vacío y oscuro, porque cierran los locales y no queda nadie. Y durante el día, es un caos. Nos acostumbramos a vivir mal.

5. ¿Sentís que hay presencia del Estado o alguna autoridad que se ocupe del tema?
La verdad, no. Aparecen cada tanto, hacen alguna clausura, pero después todo sigue igual. Pareciera que miran para otro lado, o que hay otros intereses más importantes que los del vecino común.

6. ¿Qué creés que debería hacer el Gobierno de la Ciudad frente a esta problemática?
Primero, controlar en serio. No puede ser que funcionen talleres sin habilitación o con condiciones peligrosas. Y después, pensar en un plan urbano: esto no es una zona industrial, y no puede ser tratada como tal. Tiene que haber límites claros.

7. ¿Sentís que los trabajadores también son víctimas de esta situación?
Sí, por supuesto. Muchos de ellos están en condiciones de precariedad total, sin derechos, trabajando en lugares inseguros. No es justo para nadie: ni para los que vivimos acá ni para los que trabajan así.

8. Si pudieras hablarle directamente a algún funcionario, ¿qué le dirías?
Le diría que venga a caminar por el barrio sin aviso, un día cualquiera, para ver cómo vivimos. Que no se guíen solo por lo que les dicen los papeles, porque la realidad está en la calle. Y que, de una vez, hagan algo por Flores. Porque lo están dejando caer.


© 2025 Juliana, Fang - Lucas, Fiorito - Juana, Irigaray - Rodrigo, Rocha. Todos los derechos reservados.
Creado con Webnode Cookies
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar